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TEXTOTECA

  • PAF
  • 28 oct 2015
  • 10 Min. de lectura

¿Qué es una textoteca? Para conocer su significado, los remitimos al texto de Laura Devetach, donde explica y ejemplifica este término: https://eibtuc.files.wordpress.com/2012/10/textoteca_-_laura_devetach.pdf

Siguiendo su ejemplo, los miembros de PAF hemos realizado escritos donde les contamos nuestros propios recorridos literarios, que han formado los lectores que somos hoy.

Esperamos que los disfruten :)

Breve recuerdo de un lector- Federico Kleiman

Si tuviera que hablar de un texto que me impactó, del primer recuerdo consciente de la movilización que sobre mi sensibilidad ejerció un libro, ese texto sería Mi planta de naranja-lima del brasileño José Mauro de Vasconcelos.

Leí esta novela a los 15 años y conocí, así, la existencia del dolor ajeno, la pobreza y, sobre todo, el anhelo de vivir y la amistad de la ficción. Cuando uno transita los caminos de la adolescencia, parece que no hay más horizonte que el de nuestras propias narices, que no hay más vida ni más sueños que los nuestros, de los que nos apropiamos como un niño se adueña de un juguete. Pero, al leer, ese niño que aún no abandona del todo el capricho descubre que existen otros niños, y muchos comparten historias, deseos, alegrías y tristezas; de esta manera, yo descubrí en Zezé, el protagonista de la novela (personaje que representa al niño que el autor fue y la dura vida que debió sobrellevar), el valor del dolor del otro, la necesidad de ayudarnos entre todos para que, hombres, mujeres y niños puedan tener una vida digna y puedan abrir las puertas de la ficción y disfrutarla.

Dice Julio Cortázar en uno de sus tantos cuentos: “la vida es una sala de espera”. Intentemos hacer de esa espera una experiencia por la que valga la pena vivir, como Zezé, que junto a su amigo Minguito, una pequeña planta de cítricos, hizo de la espera algo interesante.

Atracción por la abstracción-Pamela Yáñez

Todo comenzó una época en la cual la literatura era conocida en su forma intangible, en los relatos de mi mamá, su mirada y el énfasis que daba a aquellas historias de campo que nos contaba. Recuerdo muy bien La Tortilla Corredora, aún puedo sentir aquella sensación de impotencia por no poder ayudar a la pobre tortilla advirtiéndole que el chancho era malo, que se la comería al final del cuento. Aquellas simples historias si bien no estaban concretizadas en papel y no podía palparlas, jugaban con mi imaginación y despertaron en mí el interés por otros mundos distintos al nuestro.

¿Cuándo comencé a leer? No lo recuerdo ¿Cuál fue el primer libro leído? ¡Menos! Lo único que recuerdo de infancia relacionado con los libros es la imagen de mis hermanos, por un lado la mayor se encontraba en constante lucha con mi mamá por lo leer los textos obligatorios, por otro lado, mi hermano somnoliento intentando leer algún libro sentado en la cama, cuando seguramente faltaba poco para la evaluación de este.

En vacaciones de invierno nos decían que leyéramos cuando estábamos aburridos, sin embargo, no se practicaba la lectura en la casa. Un día, revisando cajones encontré Papelucho en la Clínica, pude entrar en ese libro, y mirar -desde los ojos de papelucho- los blancos pasillos del hospital.

Los libros obligatorios de la enseñanza básica en el primer ciclo me incentivaron, “El secuestro de la bibliotecaria” nunca saldrá de mi mente, al nombrarlo recuerdo la sonrisa de uno de los secuestradores al volver, después del caos, a la biblioteca. Por otra parte, algunos me causaron trauma y repudio en el segundo ciclo “Perico Trepa por Chile” me hizo rechazar las lecturas, olvidar el goce que este me provocaba. Podría considerar aquella época de mi vida como un momento oscuro desde el punto de vista literario, leía casi por inercia, ya sabía que era lo importante para contestar en la prueba y lo que no.

Pero entonces, cuando todo se veía color de hormiga, apareció el superhéroe de la literatura, de la infancia y de la vida: mi papá… en esas típicas conversaciones de una familia tan buena para hablar como la mía, nos contó El Vaso de Leche (de Manuel Rojas), que relató muy a su manera, involucró sus sentimientos con la historia y yo lo quise leerlo (deseo que cumplí años después). Me regaló Cien Años de Soledad al salir de la básica, leí por placer ese verano y comprendí que ese tipo de lectura, sin tiempos por cumplir, sin la obligación de memorizar personajes principales y secundarios, era el tipo de lectura que yo quería conservar.

Biografía lectora-Agustina Garay

A la hora de escoger lecturas que me han marcado es muy difícil poder elegir entre tantas, pero cuando uno deja de pensar y comienza a sentir lo que esos libros le generan, pareciera que el libro lo escoge a uno y no al revés. Así, parada frente a mi biblioteca, casi sin pensar, voy sacando los libros que se quedaron dentro de mí para siempre. La mayoría de los que he escogido son lecturas de mi niñez y adolescencia, porque creo que cuando a uno le tocan una vena sensible a esa edad queda para toda la vida.

Si tengo que recordar a que edad comencé a leer, sería difícil de determinar, pero sí puedo recordar “hechos” o “momentos” que me llevaron a la lectura desde muy chica. Algunos de esos momentos son los “paseos” a las librerías con mi mamá, quien me llevaba a ver los libros y me hacía escoger uno para llevarme y después nos íbamos a tomar la leche de la tarde. En una de estas salidas puedo acordarme de la que yo considero como la primera novela que leí: “Vacaciones con aspirina”, que cuenta la historia de dos hermanas que se llevan a su perro de vacaciones a Mendoza. No puedo decir que este libro me marcó porque no tengo muchos recuerdos de él pero, como todo lo primero, es especial. Otro hecho que puedo recordar que me llevó a la lectura fue la película “Matilda”, que cuenta la historia de una niña que amaba leer y que de tanto hacerlo comienza a tener poderes mentales. Al ver esta película con ojos de niña quise ser como aquella chica; no sabía si iba poder llegar a tener poderes mentales pero sí sabía quería ser una niña-lectora. Una última situación que puedo decir que me inició como lectora pero que puedo reconocerlo recién de mayor fue la necesidad que tenía de entrar a mundos de fantasía; ya sea leídas, vistas o creadas por mí. El hecho de pasar mi infancia leyendo, dibujando historietas, inventando mil historias para jugar con mi hermana me lleva a pensar que me llenaba de felicidad vivir en realidades imaginarias.

No voy a hablar cronológicamente de los libros que me marcaron como lectora pero, este primero que voy a nombrar, puedo recordar que me lo regalaron a los 10 años con una linda dedicatoria, se trata de “Mujercitas” de Louisa M. Alcott. La novela trata la vida de cuatro hermanas y todos los desafíos por los que pasan para crecer y volverse buenas mujeres. Lo que más me marcó esta novela son los valores que transmite, siempre con la señora March dando los consejos justos y guiando a sus hijas para convertirlas en buenas personas. Este libro, es uno de los que más relecturas he hecho.

Otro libro que marcó gran parte de mi niñez y adolescencia es la saga Harry Potter, aquella historia sobre el niño mago que sobrevivo me llevaba a hacer largas colas en la librería cada vez que salía un nuevo libro y, una vez en mis manos, me pasaba horas leyendo sin parar hasta terminarlo. El mundo lógicamente mágico que crea J.K Rowling es lo que más disfrute de esta saga:

Harry desenvolvió su rana de chocolate y sacó la figurita. Tenía el rostro de un hombre. Usaba anteojos media luna, tenía una nariz larga y encorvada y cabello plateado suelto, barba y bigote. Debajo de la foto estaba el nombre: Albus Dumbledore. Harry dio vuelta la tarjeta y leyó: Albus Dumbledore, actualmente director de Hogwarts. Considerado por la mayoría como el más grande mago del tiempo actual, Dumbledore es particularmente famoso por su derrota del mago tenebroso Grindelwald en 1945; por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón y su trabajo en alquimia, con su compañero, Nicolas Flamel. El profesor Dumbledore es amante de la música de cámara y el juego de bochas.

Hay otro libro en el que siempre pienso que fue uno de esos libros que te elige a vos y no vos a él. Entrando de casualidad a una librería para que mi mamá preguntara algo veo en una de las bibliotecas el título de un libro y me acerco a tomarlo y al ver de qué se trataba me lo lleve. Este libro se llama La elegancia del erizo y narra la historia de dos habitantes de un edificio; una es la portera quien lleva mucho tiempo fingiendo ser una mujer común, la otra es una niña de doce años que oculta una inteligencia extraordinaria y, cómo siente que la vida es una farsa, planea suicidarse. Estos dos personajes cambiarán con la llegada de un hombre japonés al edificio que propiciará el encuentro de estas dos almas gemelas. Hay muchas cosas de este libro que me gustaron, pero si hay algo que nunca me pude olvidar es el final de uno de los capítulos:

  • Ah, señora Michel, ¿sabe usted? Prácticamente me salvaron la vida. ¡Eso es ya todo un milagro! Bueno, y entonces ¿me puede decir que flores son?

Sí, ángel mío, sí que puedo. En las calles del infierno, bajo el diluvio, sin aliento y con el corazón en los labios, una tenue luz: son camelias.

-Sí- le digo.- son camelias.

-Camelias…-dice perdido en un recuerdo que solo le pertenece a él- Camelias. Sí- repite volviendo otra vez los ojos hacia mí- Eso es. Camelias.

-Jean, no se da una idea de lo mucho que me alegra que haya venido a verme- digo.

- ¿Ah sí? -Dice- pero ¿por qué?

¿Por qué?

Porque una camelia puede cambiar el destino.

Un libro que me hicieron leer en el último año del secundario y siento que también me marcó, junto a mi grupo de amigas, fue Cien años de soledad; el libro de García Márquez que habla sobre la historia de una familia que estaba condenada. Si bien es difícil seguir la novela, cuando uno se mete en la historia de esta familia te termina atrapando.

Por último, el libro que me marcó hace poco y que leí en esta carrera es La vida exagerada de Martín Romaña de Alfredo Bryce Echenique que cuenta la historia de un hombre peruano que se va a vivir al París revolucionario del 68 para convertirse en escritor. La razón por la que creo que este libro me marcó es por la “empatía” que sentí por este personaje. Es un personaje que me conmovió por su forma de ser, por su sentimentalismo, por su dificultad para adaptarse a la forma en que se vive en el mundo, como si no perteneciera a él. Un libro lleno de ironía y momentos cómicos, creo que no a todos puede gustarle este libro pero si uno llega a entender al personaje es un libro que se disfrutará.

Quizás he dejado muchos libros de lado que también significaron mucho, pero creo que estos han sido los esenciales que me marcaron como lectora.

Mi textoteca-Paula Espeche

Es un proceso reflexivo arduo el que conlleva pensar qué textos han marcado mi recorrido hasta donde estoy hoy como lectora, qué hilos han formado la trama de mis relaciones con diferentes producciones artísticas que influencian mi mirada acerca de mi noción de texto. Si bien estoy segura de que no he sido exhaustiva, que hay muchos recuerdos que están tan intrincados en la trama que no los he podido distinguir; opino que he podido rememorar los hitos más importantes de mi textoteca. Paso a enunciarlos a continuación.

Comenzando por la infancia, lo primero que se me viene a la mente es Disney. Todas las películas de Disney habidas y por haber. Historias de princesas, de amistad y de animales fueron muy importantes para mí. Recuerdo que mis personajes favoritos eran Matilda (una niña que adquiere el poder de mover las cosas con la mente tras leer muchos libros) y Bella (que vivía en un pequeño pueblo y se pasaba la vida leyendo): supongo que mi interés por la lectura empezó a notarse desde que era pequeña. También me acuerdo de muchas canciones, algunas cantadas por mi mamá antes de irme a dormir, otras escuchadas en cumpleaños, algunas de María Elena Walsh. En cuanto a los libros, me interesaba saber qué libros había en mi casa y qué era lo que leían mis hermanos: se me viene a la mente la imagen de mi mamá leyéndonos a mí y a mis hermanos El principito o algún cuento. Recuerdo muchos libritos de recopilaciones de relatos infantiles, leer novelas de terror de R. L. Stine y novelitas para niñas como La pequeña princesa de Frances Hodgson Burnett. Pero la lectura que más me marcó, como a muchos de mi generación, fue Harry Potter, el cual empecé a leer desde los ocho años y terminé el último libro de la saga a los dieciséis.

Ya en la adolescencia, las lecturas se diversificaron: Crónicas de Narnia; Crepúsculo; Historias de Vampiros; La huésped; Crónicas Marcianas; Orgullo y prejuicio; Romeo y Julieta; Yo, Claudio; La ciudad de las bestias; Las aventuras de Sherlock Holmes y Cumbres Borrascosas son algunas que se me vienen a la mente en este momento. En lo musical alterné entre muchos gustos: desde el rock nacional, pasando por el pop estadounidense hasta el reggaetón que escuchaba en las fiestas. En cuanto a películas y series, lo que veía siempre eran Los Simpsons y programas que transmitían por MTV.

Mi vida después del secundario se puede dividir en dos etapas. La primera fue cuando apenas salí de la escuela e ingresé a una carrera universitaria que luego me di cuenta que no era para mí. De esa época lo que más puedo destacar son las series: Roma, Lost, Flashforward, Doctor Who, Friends, y películas como las de Woody Allen y Alfred Hitchcock. La segunda etapa, que empieza cuando me cambié a la carrera de Letras hasta la actualidad, predomina más por las lecturas que he tenido en estos últimos tres, casi cuatro, años. Mi relación con la literatura misma fue cambiando: ya no leo solo lo que me llama la atención, sino también lo que me exigen leer. Hubo un tiempo de mi carrera donde sentía que no tenía tiempo de leer lo que quisiera, sino que solo podía leer lo que tenía como obligación. Hoy puedo decir que he superado esa etapa, que me he enriquecido con las lecturas hechas en el ámbito académico, que he ampliado mi perspectiva sobre el campo literario y que tomo cada lectura como una nueva posibilidad de descubrimiento. Los autores que me interesan no son homogéneos: Shakespeare, Tolstoi, Brecht, Murakami, Donoso, Bolaño, Cervantes, Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega, Cortázar, Gambaro, Catulo, Ovidio, Apuleyo, por nombrar algunos.

En síntesis, mi textoteca es un tejido hecho con numerosos hilos, ha tenido un recorrido ecléctico y diverso; y considero que todavía le falta mucho para estar terminado, si es que alguna vez puede terminar de tejerse.


 
 
 

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